El Centro y las Regiones

Aun cuando en teoría hay suficiente espacio en Chile, tres cuartos de la población vive en la zona central que, con 115.000 kilómetros cuadrados, solo equivale al 15 % de la superficie total del país. Esta concentración poblacional resulta de las condiciones climáticas y agrícolas que son más favorables en el centro, así como también de factores históricos. Los españoles atravesaron el hostil desierto del norte para llegar al fértil Valle Central, hasta ser «frenados» más al sur por la resistencia de los Mapuches. Solo a partir del siglo XIX y, después de subyugar a este pueblo originario, el gobierno inició el proceso de colonización de las regiones al sur del territorio.

Durante todo el período colonial, Santiago fue, sin duda alguna, el centro político y económico del país; un hecho que no ha cambiado hasta el día de hoy. En este sentido, podemos decir que Chile sufre de «centralitis»: todas las decisiones importantes se toman en la capital. Además, es aquí donde están las centrales de las grandes empresas, los partidos políticos, las asociaciones y los medios. No hay ninguna posibilidad de evitar Santiago. Las regiones poseen una autonomía limitada y cualquier iniciativa tímida por descentralizar el país, se pierde rápidamente en la burocracia central. Por lo tanto, no sorprende que el 40 % de los chilenos -más de 7 millones de personas- vivan amontonadas en el Gran Santiago.

Existen importantes diferencias entre el área urbana y rural. Mientras el ciudadano metropolitano se viste al estilo europeo, corre todo el día estresado y se va de vacaciones a Miami, el tiempo tiende a detenerse en los tranquilísimos pueblos en las afueras de la capital. Allí, la vida gira alrededor del ganado y la cosecha, huasos con espuelas se pavonean sobre sus caballos en la vía central y, de vez en cuando, aún se pueden ver carretas con ruedas de madera tiradas por bueyes. Sin embargo, esta escena idílica esconde condiciones laborales más difíciles; falta de oportunidades educativas y sueldos infinitamente más bajos. Por lo tanto, no hemos de sorprendernos ante la fuga de los jóvenes hacia las grandes urbes, lugares donde tienen la esperanza de mejores oportunidades económicas. Prácticamente nueve de cada diez chilenos ya vive en ciudades, y las cifras siguen aumentando.